Cuentan que un burro viejo cayó a un pozo seco. Al no poder sacarlo, el amo con mucho duelo pidió ayuda a los vecinos para enterrarlo y tapar el pozo. Al principio, al ver que le lanzaban tierra y piedras, el burro se resignó, pero luego comenzó a sacudirse y a patear. El pozo seguía cegándose pero él iba quedando sobre la tierra aplastada y así logró salir. Cuando nos caemos o somos amenazados tenemos el reflejo de sacudirnos y patear; puede ser primitivo pero ayuda a salir a flote.
Para aprender a caminar, a veces hay que caer y levantarse. Lo importante no es no caer nunca sino saber incorporarse tras las caídas, porque de vez en cuando la vida nos envía al suelo. Puede ser en el trabajo, en el amor, en la salud... ¡Y cómo duele!
Lo siguiente es aprender a levantarse. Si se toma la caída como una experiencia de la cual se aprende, los problemas se convierten en oportunidades.